abril 07, 2007

LOLA parte I

El cielo estrellado anunciaba una larga y fría noche de invierno en aquella calle solitaria, iluminada tímidamente por una única farola. El termómetro de la esquina apuntaba cero grados y tan sólo eran las diez de la noche. Estaba cansada, muerta de frío, su frágil cuerpo pesaba sobre unas botas con tacón de aguja. Casi no sentía sus músculos ateridos por la baja temperatura, cubiertos por una gabardina desabrochada, y en su alma retumbaban los últimos golpes recibidos del que ahora era su dueño. Había salido del pequeño apartamento, en el que vivía recluida con otras tres compañeras, casi sin comer, hacía horas. Soñaba con volver a casa, un hogar imaginario, donde la esperaba un café calentito y un sofá enorme en el que recostarse y ver en la televisión uno de esos programas absurdos, sin pensar en nada más que en ella misma.

Sin embargo debía quedarse allí en aquella lúgubre esquina esperando. Sólo la habían invitado a subir a su coche dos hombres y eso no era suficiente para calmar las ansias de dinero de su amo. Todavía recordaba la última paliza recibida y un escalofrío le recorría todo el cuerpo.

Un coche se acercó a lo lejos, despacio, quizá fuera alguien buscando desahogar sus deseos frustrados. Parecía dirigirse hacia ella, pero justo se detuvo a unos cien metros de su parada. Allí estaba la dichosa mulatita que, desde su llegada, estaba acaparando toda la clientela.

Durante la espera recordaba cuando era niña y jugaba por las calles de su ciudad natal con sus hermanos. Evocaba aquel parque con sus frondosos árboles y la fuente en el centro, pasaba horas sentada en un banco contemplando la caída del agua en musicales chorros o paseando con su primer novio, cogida de la mano, escuchando el sonido de los pájaros. Añoraba la leche calentita que le preparaba su mamá cuando volvía del colegio. Ahora todos ellos estaban amenazados de muerte por su obstinación, por querer progresar, por buscar una alternativa a su vida. En definitiva, por su culpa. Ella no se conformaba con trabajar en la fábrica textil instalada, hacía unos años, en su país. No quería trabajar catorce horas diarias sometida a las ordenes de un dictador, con la espalda dolorida de estar inclinada ante la máquina de coser, por un sueldo que les daba para malvivir. Ella aspiraba a más. Quería tener una casa grande, maravillosa, con un jardín en la entrada y un precioso coche en la puerta. Su madre intentó convencerla de que no viniera, porque no necesitaba nada más. Decía que esos sueños de princesa serían su perdición pero ella, como siempre, no la escuchó.

Una mañana se dirigió hacia aquel hombre huraño, con gafas de sol y chupa de cuero, que se sentaba siempre en la esquina de aquel café sombrío. ¡Maldita mañana! Por su mesa desfilaban preciosas muchachas, a las que prometía una vida mejor, un trabajo digno y, casi asegurado, un matrimonio con un hombre rico que les permitiría cambiar su vida por completo. Todo eran cuentos e ilusiones, sólo jugaba con los sueños de todas ellas y también jugó con los de Lola.

Desde que llegó a España la llamaban así, su nombre era muy difícil de pronunciar y su primer dueño, Felipe, desde el principio le dijo tu te llamarás Lola. A ella no le disgustó el cambio incluso se sintió integrada, aunque sólo fuera una ilusión. Felipe no las trató del todo mal. Les compró ropa y las instaló en un hotelito, a las afueras de la ciudad, donde cada una tenía su habitación, con una cama grande, un pequeño tocador, un armario y una ducha. Lo malo es que no podían salir de allí. Si salían era en grupo y siempre acompañadas de Juan, un hombre serio muy alto y muy fuerte, que las vigilaba constantemente. Alguna vez Juan también subió a su habitación, buscando consuelo de sus deseos y siempre fue muy dulce con ella. En casa de Felipe nunca recibió una paliza y los hombres que pasaban por allí no estaban ni borrachos, ni sucios y solían ser educados. Cada semana les daban una asignación y ellas utilizaban el dinero como querían.

Aún recuerda el día que, hace unos meses, Felipe la vendió. Llegó Gregorio con su repugnante aspecto descuidado, su pelo grasiento y su barriga colgando por encima del cinturón, un cigarro en la boca y mirada lujuriosa. Estaban todas en fila semidesnudas, como carne recién troceada y expuesta en el mostrador de la carnicería, siendo minuciosamente estudiadas por este ser inmundo. Les tocaba las tetas, el culo y las hacía girar sobre si mismas. Al final escogió a Mirella y a Lola. Primero subió a la habitación con Mirella que, después de 15 minutos, bajó al recibidor con lágrimas en los ojos. Sin poder cruzar una palabra con ella Lola subió temblorosa las escaleras, él la estaba esperando. Fueron los minutos más largos y desagradables de su vida. La hizo sentir como un desperdicio humano, como si no fuera nadie. Ese día se terminó de apagar la luz de sus inmensos ojos azul profundo.

El intenso frío la devolvió a la realidad, un suspiro salió de su cuerpo en forma de volátil nube blanca. Por allí llegaba otro coche, se abrió la gabardina para mostrar su cuerpo, un tatuaje en forma de rosa roja destacaba en uno de sus pechos. Esta vez parecía que iba a haber suerte. El coche paró justo a su lado, bajó la ventanilla y la invitó a subir. Dentro un guapísimo hombre moreno, con ojos de un azul intenso y una espléndida sonrisa, le dijo “esta noche será para ti inolvidable”……

4 comentarios:

luna llena dijo...

Hola guapa! he pasado a visitar tu casa, y de ahora en adelante, lo hare con más frecuencia...Bonito relato, aunque duro ufff. lo malo es la cantidad de lolas que hay por la calle...
un besito desde debajo de mi paragüas
miss p

luna llena dijo...

Hola de nuevo niña, paso a decirte que te he enlazado en mi casa (el pisito de soltera) y en respuesta a tu pregunta, seguiremos con todos los blogs, aunque quizás publiquemos con menos frecuencia para repartir jajaja. De todos modos hoy publique en los dos, así que si tienes ganas ya sabes...estas invitada a cafe.
besos desde debajo de mi paragüas

Anónimo dijo...

Precioso, aunque siendo tan duro suena hasta mal decir 'precioso'. Espero ke al menos, en la segunda parte de Lola, el caballero de ojos claros le devuelva el calor de aquellos vasos de leche caliente.
Precioso Noa,, me has envuelto en esta historia.

Muakkkk.

Noa dijo...

Gracias guapas yo se que es duro pero como dice mary hay muchas lolas repartidas por el mundo a las que nadie les echa cuentas.

Mary no se si con el tiempo que tengo llegaré a todas vuestras casas, vais a monopolizar el mundo de los blogs, jajaja. Lo intentare.

Besos desde el sur.