Mientras mi cuerpo flotaba, en un mar de agua tibia y espuma, veía como él me observaba, desde el pequeño despacho instalado en el dormitorio. La música de Sade, al fondo, y el intenso olor a miel, me animaban a acariciar mis pechos que sobresalían por encima del nivel del agua.
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Poco a poco, iba notando como él desviaba su atención, del trabajo, a la espuma que hacía rodar por todo mi cuerpo, para sentir su sutil caricia. Imaginaba, que eran sus manos, las que recorrían toda mi superficie, suaves, sensuales. Cada espumoso vaivén me hacía deshacerme por dentro. A cada paso por mis senos, me deleitaba con algún pellizco pícaro, que me hacía estremecer.
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Él, seguía observando mis sensaciones, el placer dibujado en mi cara, mis ojos, mis labios. El agua me indicó cual era el siguiente paso. Se arremolinaba nerviosa en mi epicentro y me pedía a gritos que lo rozara con fruición.
Él, seguía observando mis sensaciones, el placer dibujado en mi cara, mis ojos, mis labios. El agua me indicó cual era el siguiente paso. Se arremolinaba nerviosa en mi epicentro y me pedía a gritos que lo rozara con fruición.
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A estas alturas él ya se había levantado y se dirigía hacia mi, visiblemente excitado. La visión de su cuerpo desnudo acercándose a mí, con su templanza característica, me hizo humedecerme de gozo. Cuando llegó junto al baño, me arrodillé y saboreé el manjar que me ofrecía. Deslicé mi lengua por toda su extensión. Sus gemidos me hacían desearlo con vehemencia.
A estas alturas él ya se había levantado y se dirigía hacia mi, visiblemente excitado. La visión de su cuerpo desnudo acercándose a mí, con su templanza característica, me hizo humedecerme de gozo. Cuando llegó junto al baño, me arrodillé y saboreé el manjar que me ofrecía. Deslicé mi lengua por toda su extensión. Sus gemidos me hacían desearlo con vehemencia.
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Entró conmigo en este lago de aguas revueltas de pasión. Me besó lujuriosamente, queriendo extraer de mí hasta lo más profundo de mí ser. Dirigió su boca a mis pechos y los mordisqueó sin piedad, mientras su dedo buceaba en mis profundidades.
Entró conmigo en este lago de aguas revueltas de pasión. Me besó lujuriosamente, queriendo extraer de mí hasta lo más profundo de mí ser. Dirigió su boca a mis pechos y los mordisqueó sin piedad, mientras su dedo buceaba en mis profundidades.
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Anhelaba poseerlo, sentirlo parte de mi. Monté sobre él y navegué sobre olas de placer hasta alcanzar la máxima explosión de nuestros sentidos.