mayo 02, 2007

LA MOTO

La vida es efímera, tanto que en un segundo puede desaparecer. Aún sigo esperando sentada en mi sofá tu regreso. Desde aquella noche no he sido capaz de levantarme. No tengo fuerza. Saliste de casa guapísimo, como siempre, con esos vaqueros recién estrenados, que te sentaban tan bien. Te los había comprado hacía unos días en las rebajas, cuando tu padre cobró las horas extras. Todavía recuerdo tu pelo revuelto de punta y engominado y esos pendientes, que tan poco le gustaban a tu padre, y el precioso tatuaje que te hiciste con mi complicidad y un dinerillo que tenía ahorrado, para darme algún capricho, y finalmente dedique a ti con total satisfacción. Estabas tan guapo aquella noche con ese olor a limón y canela de tu colonia preferida que pensé “esta noche tendrá con él a la chica que quiera”. No se si esa noche conseguiste besar a esa niña de tus sueños o incluso si hubo algo más. No se si podrás darme algún día esa respuesta o se quedará sin responder para siempre.

Casi ninguna noche conseguía dormir tranquila hasta que escuchaba tu llave en la cerradura, aquella noche estaba especialmente intranquila. Recuerdo que estaba sentada tomando una tila cuando sonó el teléfono, aún hoy ese timbre retumba en mi interior como una alarma terrible. Pensaba en el día que te comunicamos que, por fin, te compraríamos la moto. Saltabas de alegría, estabas radiante, tu sonrisa explotó en tu cara, tus ojos se iluminaron de forma muy especial. Fue como cuando eras niño y, en la mañana de reyes, abrías el regalo que les habías pedido. Tantas veces te habíamos negado el capricho, con la excusa de que no teníamos suficiente dinero como para permitirnos ese gasto. El verdadero motivo no era otro que el miedo. Miedo que se terminó convirtiendo en una dura y cruel realidad, que nos quema por dentro. Estamos vacíos, sin rumbo, secos de dolor.

Sigo sentada en el sofá, no puedo hacer otra cosa. La casa parece un infierno comparada con el paraíso en el que habíamos vivido desde que tu padre y yo nos casamos. Ya no me preocupa si los platos se friegan después de comer o al día siguiente o si el cesto de la ropa sucia rebosa sin control o si se ha sacado la basura o no. Mi vida está perdida, mi aspecto descuidado y tu padre. Tu padre está hundido, creo que bebe demasiado, pero no puedo ayudarlo.

No sabes lo culpable que me siento porque tú no estés con nosotros. Como siempre, fui yo la que convenció a papá para que te comprásemos la moto. En el fondo yo tampoco quería, pero eras capaz de hechizarme de tal manera con tu carita de ángel que, al final, terminabas convenciéndome de cualquier cosa. “Yo soy responsable” decías, “llevaré siempre el casco”, “no correré”, “no haré locuras”, “no beberé”. Todas aquellas frases parece que se te olvidaron cuando conseguiste el regalo de tu vida. Todo se esfumó.

Desde aquella noche no he dejado de llorar, día tras día, ya casi no me quedan lágrimas. Según nos dijo la policía tu tasa de alcohol en sangre era elevada, no llevabas puesto el casco y superabas el límite de velocidad. Yo confié en ti y me defraudaste. Me despedí de ti con un enorme beso, como cada sábado, sin pensar que no volvería a verte entrar por esa puerta.

Suena el teléfono, me pongo nerviosa, desde aquel día me altera ese sonido.

- ¿Dígame?
- ¿Juana Frutos?
- Si, soy yo, dígame.
- Llamamos del hospital, su hijo ha abierto los ojos, está consciente, venga en cuanto pueda.
- Ahora mismo. Gracias. Adiós
- Adiós.

Cuelgo el teléfono y lloro, lloro de felicidad, al menos una buena noticia entre tanto caos. Acabo de olvidar el pasado, pienso que estarás con nosotros, que aún no te has ido, que quieres vivir.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Noa,me has hecho emocionar.Tu relato es tan real...¡Cuántas madres llevan el dolor en su alma por culpa de una moto!.¡Cuántas vidas destrozadas!.Espero que cada vez se tome más conciencia del peligro y se eviten esos problemas.

Un beso.

Anónimo dijo...

Oye Noa tu que quires ponernos los "pelos de punta" a los motoristas.

Menos mal que el relato termina con esperanza, aunque ya sabes todos los fines de semana oimos los números sin inmutarnos pero cuando uno de ellos tiene nombre y apellidos la cosa cambia.

En fin bonito relato.

Noa dijo...

Luis a mi me pone los pelos de punta ver a un grupo de adolescentes con su scooter por la autovía, sin casco y haciendo locuras. Eso es lo que me inspiró para este post. Hay muchos motoristas imprudentes y quizá demasiado jovenes.

Besos desde el sur.

Anónimo dijo...

Noa, uso moto desde tiempos inmemoriables, y todabia me sorprende que la gente use es casco solo para evitar la multa, y no entienden que es por la cseguridad de cada uno.
Yo uso casco y guantes, haga el calor que haga.
De todas formas son cosas de jovenes, yo tambien hice barbaridades en la carretera. Supongo que es la inconsciencia de la edad.
Besote fuerte.
Evo

Anónimo dijo...

A mí me pasa igual ke a tí Noa,, ¡ se aprecia tan poko el sentido de la vida a esas edades¡¡ miedo me da cuando les veo y no piensan en las consecuencias. Si te digo lo ke me entra por el cuerpo cuando imagino situaciones en las ke mi hijo es ya adolescente.... ¿ te haces una idea no?? jajaj en fin,, tiene 4 años,, disfrutaré mientras tanto.

Anónimo dijo...

Feliz cumpleaños para el día 4 de Mayo.El mío fue ayer, 3 de Mayo.Somos tauros auténticas.Que pases un feliz día.Un beso.

Anónimo dijo...

Bueno primero y principal Felicidades.

Con respecto al tema de fondo ya sabes hay una edad para todo, y la hay también para el "scooter" y para despreciar la seguridad, si no fuera la moto, sería bajar con el monopatin por la escalera...

Un poco más adelante como dice Evo cuando somos mas cautos ( y con un poco mas de dinero) pasamos al casco de fibra de carbono y a los guantes con protección (yo incluso casi no se conducir sin guantes)

En fin es dificil concienciar del peligro a chaval@s de 16 años con su flamante motillo recien estrenada y encima pudiendo impresionar a algún acompañante.